Domingos de pesimismo y risas…

Si ser pesimista fuera deporte, me llevaría la medalla de oro en estas Olimpiadas de Champions. El sorteo de octavos pareció más un chiste de mal gusto que una bolsa de bolas. Un derbi Madrid-Atlético, ¡lo que nos faltaba para coronar el caos! Ambos equipos han encontrado al villano perfecto, uno al otro, como si necesitáramos más drama en nuestro café diario.

Deportivamente, el Madrid y el Atleti tendrán que sudar más que en un verano sin aire acondicionado. Socialmente, espera un aroma a tensión en el aire capaz de cortar el más afilado de los cuchillos. LaLiga, por su parte, parece estar tomándose unas vacaciones anticipadas, dejando un ‘see you en mayo’ con tono de misterio.

Para el aficionado, el sufrimiento es proporcional al tiempo que tarda en enfriarse un churro recién hecho. Lo del Bayern sería puro trámite, casi relajante, ¿no? Pero así es la vida de un hincha del Madrid: sufrimiento aquí, sufrimiento allá, ¡re-quetecataplás!

Desde la trinchera periodística, nos enfrentamos a una derrota anunciada. Perderemos a un español en los cuartos, y la audiencia nos mirará con ojos de perro triste, mientras nosotros escribimos titulares épicos y aguantamos discusiones interminables. Ya me preparo para dos semanas de peleas de gallos mediáticos, dignas de mejor causa.

Ja ja ja, perdón por reírme, pero en serio, aunque Marciniak o Collina arbitren, está claro que nada calmará estas aguas embravecidas. Ya veo a algún jugador con más probabilidades de recibir sanciones que un niño travieso en cole.

Aunque suelo ser el Grinch del derbi, espero equivocar mi profecía. Un deseo de paz futbolística que termina siendo como pedir un unicornio. ¿Quién sabe? Quizás, un día, los equipos logren verse sin montar un circo romano. Hasta entonces, el show debe continuar. ¡Ojalá me equivoque!