Boca, un gran club con afición invencible…
Lo más impresionante de los aficionados argentinos es que parecen haber nacido con un superpoder único. Mientras nosotros todavía buscamos dónde hemos dejado el mando a distancia, aquí llegan ellos con la firmeza de un bulldozer estampado con albiceleste, seguros de que van a ganarlo todo —incluso antes de que el partido haya empezado, ¿eh? Seguro que cada argentino desayuna todos los días un buen plato de confianza en el triunfo, con una sonrisa que ni el Joker.
La cosa es que llegué a Miami esperando sol, playa… y ¡sorpresa! Me encontré con una marea de camisetas azul y oro más grande que los océanos de Neptuno. Cada conversación con el grupo los hacía parecer como los nietos rebeldes de Merlín, porque les daba igual limpiarse con las estadísticas del Benfica. «¡Son una banda, nosotros somos Boca!», me dijeron, y casi parecía que los mismísimos Beatles les rendían tributo.
Y no, no es que sean prepotentes. Este amor incondicional por el fútbol es algo más grande, como si desde su nacimiento les hubieran implantado una brújula que siempre apunta al balón. Aunque pierdan, su pasión incendia el cielo como fuegos artificiales. Al final del día, me iría con ellos, con Boca, con el hincha que convierte a todo estadista escéptico en un fanático con una sonrisa invencible y el corazón blindado.