Cuando el fútbol es un desfile de infortunios

Tres temporadas ganando en ese campo, y justo ahora al Real Madrid le olía mal la suerte. La Filomena impidió en su día un triunfo, pero ahora el tema era más peliagudo: misteriosos árbitros con vista de topo y un VAR que ya quisiéramos para hacer desaparecer deudas. Courtois, Modric y Valverde parecían destinados a mejorar recuerdos, pero las cosas empezaron a torcerse como el bigote de un villano de cómic.

Vinícius protagonizó su show particular: primero, un penalti de Moncayola donde jugó al escondite con el árbitro, seguido de un fallido ballet futbolístico que dejó a Ancelotti pensando en cómo explicarle a su peluquero que se iba a arrancar el cabello. Y ahí apareció Bellingham, quien olvidó que los árbitros tienen oídos, y dejó al Madrid en modo supervivencia.

A todo esto, el desodorante del equipo decidió irse de vacaciones. Penalti de Camavinga a Budimir que fue más de magia que de garra, la defensa del Madrid parecía hecha de cristal de bohemia, pero aún así el valor blanco seguía surcando el campo con espíritu de triunfo.

Vinícius decidió que era buen momento para bailar con el balón y Mbappé casi se convierte en el héroe del día en el minuto 91. Con una defensa que empezó la temporada como una película de terror y terminó siendo un thriller bastante decente, Valverde probó que es el bombero de lujo que apaga fuegos allí donde se necesite. Tchouameni y Asencio no desentonaron y dejaron bien claro que no están para tonterías.

Al final, el resultado fue un empate lleno de matices paradójicos: olía a victoria, pero el karma se encargó de esconderlo. Sin embargo, no pudo borrar las impresionantes actuaciones de un equipo que, pese a espontáneas calamidades, sigue brillando como un diamante en bruto. Entre tanto infortunio y aventuras, al menos las sensaciones se aferran a ser positivas. Y eso, en la liga del surrealismo, ya es mucho decir.