El Madrid a prueba de infartos (y remontadas)…
El estadio Santiago Bernabéu, conocido por sus mágicas noches de Champions, ahora pide a gritos un exorcismo futbolístico después de que el Arsenal se llevara la victoria como si fuera la última galleta del paquete. Los blancos, expertos en remontadas épicas, parecían más un conjunto de pingüinos patinadores que ese Real Madrid temido por todo el universo. Ahora, tras un desfile de derrotas condimentadas con más sal que una bolsa de patatas, los aficionados preguntan si el ADN madridista, y no los genes de Sergio Ramos, eran los que realmente hacían los milagros.
Con el Athletic llegando como un vikingo moderno en busca de tesoros, el Real Madrid se encuentra en un maratón donde el trofeo es esquivo como su última taza de café. Siete puntos les separan del Barça, como si fueran los continentes separados por la Pangea del fútbol. Ancelotti deberá sacar su varita mágica italianizada y, quizá, invitar a un par de santos al banquillo para enderezar el rumbo antes del Clásico en Montjuic, donde los corazones de los hinchas ya late más fuerte que tambor africano.
En el entrenamiento previo, la situación es digna de un circo romano. Con las sombras de las lesiones de Mbappé y el bajo rendimiento casi cómico de algunos jugadores, el Bernabéu se convierte en una montaña rusa de emociones. Menos mal que Ceballos y Camavinga están de vuelta, como si fueran Batman y Robin saliendo del retiro. Mientras tanto, en la lejana tierra de Bilbao, Athletic afila sus garras y Valverde, olvidándose de que es entrenador y no poeta, se maravilla de que Ancelotti esté en el ojo del huracán. Un terremoto futbolístico parece inminente y, con suerte, también una buena ración de gritos, saltos y memes, por supuesto.