Ancelotti, clases de samba y enfados galácticos…

Parece que el presidente del Real Madrid, nuestro querido Florentino Pérez, está a punto de enfrentarse a su misión más complicada desde que Ferrero Rocher le cerrara el patrocinio en Nochevieja. Y es que, tras lo último de Ancelotti, su futuro en el club es como un chicle en la suela de un zapato: no se despega. Ancelotti, quien quizás pronto empiece a darle al Duolingo para soltar unos sambaródromos en portugués, puede estar a unas horas de dejar al Real Madrid bailando al son de «Perdóname» de Camila. Aunque quizá más refiriéndose al árbitro que a otra cosa.

La Copa ha sido amable con Carletto, como un licor café en las fiestas del pueblo, pero los merengues han acabado con más agujeros en defensa que un queso gruyere encima de una qema celeste. Han perdido el tercer cara a cara con el Barcelona, equipo que parece haber encontrado un manual de «Cómo robar la mística del Real Madrid y no morir en el intento» en alguna tienda clandestina de las Ramblas. ¿Remontar en el 93? No, ¡en el 116! Nada nuevo cuando tienes un Iniesta o un Koundé con poderes multifunción, como la Thermomix.

¡Es el momento de Florentino! Un tipo que se enfrenta a lo que podría ser el thriller del verano en los despachos de Chamartín, tres veces más emocionante que una maratón de películas de acción. Guerra de tráilers, negociaciones a lo «Hable con ella» con el técnico del Bayern, y hasta un Bernabéu que sólo necesita una bandeja de canapés y un anfitrión vestido de etiqueta. Con jugadores como Modric con menos valor en el mercado que un cromo repetido, el siguiente capítulo de «Florentino, Operación Renove» está listo para superar a cualquier telenovela brasileña. Y es que, quien quiera pescar, que prepare las cañas… ¡o las tarjetas de crédito!