Murcia establece su acuario en el Di Stéfano…

Bajo un diluvio más propio de una película de piratas que de un partido de fútbol, el Castilla y el Murcia ofrecieron un espectáculo que bien pudo llamarse «Los Juegos del Hambre: La Lluvia Eterna». El campo del Di Stéfano parecía una pista de patinaje con charcos, y los jugadores sorteaban charcos como atletas olímpicos. Raúl González, el timonel del Castilla, se devaneó los sesos intentando que su equipo navegara hacia la victoria, pero los del Murcia llevaron flotador.

El suspense aumentó con Saveljich, quien probó suerte con un remate que tronó en el palo como si fuese un trueno que asustó hasta a las nubes. Murió el suspense cuando Saveljich fue expulsado, dejando al Murcia con menos chalecos salvavidas. Mientras tanto, Gonzalo intentó formar una barricada humana con sus compañeros, pero el balón ni se acercó al arco más que la pizza a los celíacos.

Al final, el marcador quedó virgen, con el público impresionado por la capacidad de los jugadores para no convertirse en peces. Raúl se fue con otro empate más para su colección personal de «casi victorias». Eso sí, la rojiblanca camiseta del Murcia salió como recién lavada, lista para otro chaparrón.