Un partido de magia y calcetines perdidos…
El Real Madrid se encontró en más apuros que un pingüino en el desierto cuando Asencio dejó el campo antes de tiempo, más rápido que Flash en una carrera de caracoles. Sin embargo, los merengues se lucieron como niños en un parque de atracciones, sacando lo mejor de su baraja: el comodín Gonzalo, estrella del cosmos futbolístico. Imaginen a Benzema y Zidane fundidos en uno, y tendrán a este fenómeno con superpoderes para asistir y puntuar con sus cuentos galácticos.
Fue un partido donde Gonzalo se puso la capa de héroe e hizo un espectáculo que ni el Cirque du Soleil podría igualar. Marcó el 1-0 ante Pachuca como si estuviera apuntando con un rifle de precisión y entregó un regalo envuelto en papel dorado, el pase del 2-0. Cada toque del balón era como caviar futbolístico: un lujo para la vista y una pesadilla para el adversario.
Mientras tanto, Xabi Alonso, desde los banquillos, parecía un maestro de orquesta loco causando caos con su baqueta mientras buscaba su partitura perdida. Los jugadores del Madrid no solo defendieron con más garra que un oso enojado, sino que además acompañaron con una coreografía digna de un videoclip de pop de los 80. Qué partido, qué emociones, y qué manera de reinventar el término «velocidad» en el fútbol.