El héroe que escogió al Madrid antes de saber multiplicar…
Érase una vez, en el reino de los balones infinitos, un niño de 9 años llamado Dean Huijsen. Estaba viendo como Sergio Ramos despegaba hacia la estratosfera en 2014, enviando un cabezazo directo a la eternidad y los pobres astrónomos, confundidos, lo identificaron como un nuevo planeta. Y ahí, señoras y señores, nació un amor platónico digno de una telenovela pero con camiseta blanca. «No tenía ojos para otros equipos», dijo de niño mirando al escudo del Madrid con más devoción que a su desayuno.
Así que, cuando el destino le susurró a su joven oído y le dijo «ven al capullo del Hard Rock Stadium», Huijsen hizo su debut demostrando una personalidad que haría ruborizar incluso al mismísimo Chuck Norris. No buscaba ser brillante; buscaba ser eficaz, como esos bolígrafos que nunca fallan el día del examen más importante. Y luego, en un campeonato de dribbling entre líneas, el joven defensor se volvió un torbellino que dejó a sus adversarios queriendo revisar el manual de instrucciones del futbol.
Y es que en el mundo del fútbol, decirlo todo sin palabras es un arte al alcance de pocos. Con más toques que una orquesta sinfónica en una plaza de toros, Dean Huijsen ha llegado a la capital de España decidido a sacudir las redes, y no precisamente de WiFi. Así es este joven titán, una mezcla perfecta de deportista-artista, que incluso en el país de sus padres se presenta como el Mesías – del balón. Xabi Alonso ya está frotándose las manos mientras afila sus tácticas. ¡Cuidado mundo! El gigante ha llegado y sus pasos resuenan incluso en el Bernabéu.