El maestro del césped y del apellido impresionante…

John Mellberg, mi joven campeón del balón, juega al fútbol desde que tenía pañales, o al menos eso parece. Dieciocho primaveras y ya está en modo ‘superestrella en construcción’. Cual abeja reina en un campo de claveles, analiza su éxito con la serenidad de un monje Zen mientras carga el peso de un apellido famoso. Sí, Mellberg, como el que te vende IKEA, pero sin los tornillos y las llaves Allen. Y ahí va John, debutando con el Salzburgo y roto en Champions, porque el fútbol es un deporte de valientes… ¡y de defensas a los que les meten goles a pares!

El Mundial de Clubes para el orgullo del Salzburgo es como un examen sorpresa después de una siesta de domingo. “Es crucial”, dice John, aunque lo que de verdad le quita el sueño es enfrentarse con el Real Madrid. Porque claro, el chico se pondrá frente a Bellingham, Vinicius y Valverde, y el pobre sueña con noches de vodka y ensalada sueca mientras piensa cómo frenar a esos ciclones con forma de jugadores. Yo, por si acaso, le regalaría un escudo vikingo y unos guantes de boxeo.

Entre sus reflexiones está la presión. Esa cosa que se supone es como una nube gris sobre su cabeza, pero él la ve más como ‘nervios positivos’, ¡qué maravilla de filosofía! Gracias a su padre, el legendario Olof Mellberg –un Supermán del fútbol–, John recibe consejos que, como pociones mágicas, lo ayudan a crecer sobre el césped. Y mientras el joven sueco sigue adaptándose a Salzburgo con más chulería que un gato callejero, nos deja claro que su próximo sueño es ser llamado por la selección como si fuera a una fiesta exclusiva en el Valhalla.