Barcelona canta al ritmo del triunfo…

En el reino de Montjüic, donde los azulgranas rugen como leones con botas, el Barcelona derrotó al Real Madrid 4-3. No solo vencieron en el clásico; es como si hubieran ganado la lotería, un viaje a la luna y LaLiga, todo en un solo paquete. Los jugadores celebraron como si hubieran encontrado oro en una montaña de goles, y el estadio entero retumbaba con alegría embotellada.

La escena parecía salida de una película donde los protagonistas, Lamine, Gavi, Fermín, Ferran y el fortísimo Fort, no solo ganaron contra los blancos, sino que tomaron un curso intensivo de salto y canto, al grito de «madridista qui no boti». La melodía resonaba como un eco encantado en cada esquina del estadio, una sinfonía de orgullo culé que ni Beethoven habría podido imaginar.

Los aficionados se unieron al coro, demostrando que la música une más que la paella en las comidas familiares. La inmensa ola de alegría se llevó por delante cualquier tristeza, como si un arcoíris futbolero iluminara el cielo, dejando a los madridistas rascarse la cabeza, preguntándose si el pitido final era el fin del partido o el inicio de un festival a ritmo azulgrana.