Atlético, una tragicomedia con tobillos y goles…
El Atlético parece que ha comprado un billete de regreso en la montaña rusa de las emociones. Esa promesa de ser un gigante este año se ha transformado en una comedia del ridículo: luchando por el tercer lugar como un niño buscando caramelos en carnaval. Todo comenzó con Julián Alvarez lanzando un penalti como si fuera la estrella de un circo y terminó con Lamine Yamal, quien debe haberle vendido el alma al diablo para hacer esas virguerías. Imagínalo medio cojo y aún así dominando el campo como si estuviera jugando al FIFA con todos los trucos activados. ¡Qué arte más insultante, chico!
¡Mamma mía! La primera parte del partido fue un poema de sonetos deslizantes cortesía del Barça, pero el 0-1 no hizo justicia a esa exhibición de precisión suiza. Luego vino el Atlético removiendo café con cinco cucharas, elevando el pulso como un estudiante el día antes de un examen. Parecía que añadían ingredientes al gazpacho, trayendo la energía necesaria para hacer que el brillante Barça de la primera parte se transformara en un equipo un poco más… ehh… terrenal. Al menos por unos momentos, la épica gesta devolvió a los rojiblancos algo de su dignidad perdida.
Y, finalmente, con un toque de melodrama español, el Atlético buscó la heroica de los minutos finales para limpiar su media sonrisa de torero. Pero en vez de colocar golazos en el escenario, lo único que mostró fue un poco de vergüenza torera, que al menos les sienta bien. Ahora esperan tiempos de intriga, con un ojo puesto en el Athletic por el preciado tercer puesto. Todo esto mientras se preguntan si el Barça está jugando con cartas marcadas, como si Laporta fuera el ilusionista de moda en Las Vegas. Al menos nos queda Barça-el espectáculo, mientras sus desventuras institucionales se vuelven más enigmáticas que el final de una película de acción.