El vasco que conquistó Sevilla pero jugó en Madrid…

Simón Lecue, el crack vasco que debutó en el mundo cuando los dinosaurios aún estaban calentando, fue un genio del fútbol español en los años 30. Conocido como el Rey de los golpes francos (y no, no hablamos de la bebida), Lecue era un showman del balón, aunque vivió en una época más desafortunada que un gato sin uñas. Jugó 120 veces para el Real Madrid, donde efectivamente enfrentó más guerras que David contra Goliat, llevando la camiseta antes y después de la Guerra Civil. Se formó en Padura, ascendió en Basconia y brilló como una luciérnaga en una noche de neón en el glorioso Alavés.

Pero, atención: el Betis fue su amor de telenovela. En Sevilla, donde el sol brilla más que en la tostadora de tu tía, Lecue tomó el escenario y ganó la Liga en 1935 con el Betis, dejando una marca tan fuerte como el gazpacho en verano. Aunque parecía que el destino le jugaba bromas pesadas —sí, su primer partido fue un inolvidable 9-1 contra el Athletic—, eso no detuvo su romance con Sevilla.

¿Y quién podría olvidar su golazo al Madrid? No estamos diciendo que cruzó medio campo, pero oyó cómo Zamora aún se soba la cara del impacto cada vez que pasa un avión. Lecue, con una habilidad que haría palidecer a los tricks de TikTok, se metió un gol legendario el 18 de febrero de 1934, ayudando al Betis a llevarse la Liga solo un puntito por delante del Madrid.

De vuelta al futuro, Lecue le voló la cabeza al Real Madrid… comprándolo, literalmente. El Madrid pagó más pesetas que un niño en una tienda de chuches, doble de lo que el Barça quiso ofrecerle. Sin embargo, su corazón siempre tenía un rinconcito verdiblanco y el sol de Sevilla.

¿Quién podría olvidar su estrella en la selección española en el Mundial de 1934 y sus aventuras en Alavés, Valencia y, por supuesto, en el Valencia otra vez, esta vez en la Guerra Civil cuando los tiros pasaban más cerca que la pelota? Lecue, con su jubón de nostalgia, recordaba la magia sevillana, y aunque jugara en Madrid, siempre aceleraba el pulso al hablar del Betis. Ah, bueno, y también comía pescaíto como si no hubiera mañana.