La ovación final que retumbó en Madrid…

En un estadio donde normalmente se venden más churros que en la plaza mayor, se vivió un episodio tan emotivo que hizo llorar hasta a las estatuas de Cibeles. Los dos astros del Real Madrid, esos que tenían más títulos que trajes Elvis, se despidieron del fútbol entre vítores y lágrimas de cocodrilo. Era como ver a Midas y a un unicornio darse un apretón de manos bajo una lluvia de confeti, oro y champán.

Durante el tributo, los aficionados lanzaron flores, ovaciones y hasta pretendían arrojar sus hipotecas en agradecimiento por tantas tardes de gloria. El Real Madrid se aseguró de que el homenaje tuviera más emotividad que todo un episodio de telenovela. Incluso el césped parecía querer levantarse y aplaudir. Aquí se rindió más sentimientos que los que caben en un estadio entero. ¡De esos homenajes que ni el mismísimo Sócrates podría haber imaginado!

Para rematar la fiesta, Mbappé dejó claro que se quedaba con su trofeo casi a modo de souvenir, como si fuera una postal del Bernabéu. Parecía estar endulzando el momento para que el adiós no fuera tan amargo o quizá solo quería recordar a todos que, aunque se vaya el telón, el espectáculo debe continuar. ¡Y al cierre, la bota de oro brillaba más que una bola de discoteca!