¡De blanco merengue a rojo rossonero!…

En un giro de destino que ni siquiera una telenovela turca se atrevería a imaginar, Luka Modric, aquel que hizo bailar a los galácticos merengues tanto en el césped como en la sala de trofeos, está dando un salto que ni Kukoc: ¡de Madrid a Milán! Esta mañana, precisamente cuando el reloj italiano marcaba las once cuarenta, Modric aterrizó en Milán y sus primeras palabras fueron: «Increíbles oportunidades me esperan». ¡Cuidado Zlatan, que viene con la misma maleta pero más fresquito!

Tras una década moviendo los hilos del Real Madrid con la precisión de un reloj suizo, ahora Modric se embarca en la misión de comer pizza mientras medita en convertirse en rossonero. Seguro que también se folla un poco de pasta, ¿verdad? Claro, primero está su control médico y una firma que parece de un manuscrito medieval pero ¡ey! Vale una liga entera. Y todo esto, claro, con más sigilo que un gato ninja escondido bajo la sombra de un sombrero croata.

El AC Milan, cuya última gran contratación de tanta relevancia fue el simpático bobblehead de Akira, no puede esperar para añadir a Modric a su alineación. Con él, tiene grandes esperanzas de convertir el centro del campo en un ballet contemporáneo aún más elegante que el último desfile de moda en el Duomo. Sin duda alguna, el paso de Modric a Italia no solo hará que su currículum se despida de su antiguo amor blanco, sino que ya espera las congratulaciones del Papa en su próxima misa matutina. ¡Forza, Modric!