La venganza del ‘crack’ tras el recreo fallido…

Y al 37º capítulo de su novela, Mbappé por fin llegó a la gala que tenía pendiente. Esa velada que había estado esperando desde el estreno, mientras el madridismo entero guardaba sitio en el sofá, con palomitas en mano, durante ¡siete años! Pues bien, Kylian se disfrazó de depredador voraz, destrozando a un Manchester City que parecía haber disfrutado un flan en mal estado antes del juego, llevándolos a la rendición.

La versión futbolística del abusón del recreo hizo su entrada triunfal en el césped, esa misma sensación de insultante superioridad que solíamos ver cuando los grandotes de octavo se aliaban para destrozar a los de sexto. Auténtico abuso. Kylian había confesado que en Bilbao tocó fondo cuando el balón le dijo «no» en un penalti. Desde entonces, ha hecho 18 goles en 18 partidos; números que ni el mejor alumno de matemáticas podría haber previsto.

El susto más grande para el madridismo no fue en la Catedral, sino en un Clásico para el olvido en octubre en el Bernabéu. Aquel día, Mbappé parecía haber dejado los tacones y el desmarque en casa. Afortunadamente, ahora tiene un GPS interno que guía sus movimientos mientras sus compañeros ya tienen el lector de desmarques de Kylian integrado. Una conexión especial con Rodrygo ha logrado que la autoestrada hacia el gol esté siempre despejada y bien asfaltada.

Mbappé ha recordado cómo se gana en el patio, mientras una defensa del City hecha gelatina tiritaba ante cada nuevo intento. Guardiola parecía más un espectador anonadado que el gran director de orquesta que conocemos. Y aquí está el Madrid, pregonando a toda Europa que ha vuelto, esta vez con el único miembro del equipo, junto a Asencio y Endrick, que aún no ha acariciado una Champions. Mbappé quiere ese trofeo. Para sus contrincantes, su hambre de título es una mala noticia.