La Máquina del Tiempo de Luka…

Luka Modric sigue zapateando el césped como si hubiera firmado un contrato con los dioses del fútbol y bebido del chorro secreto de la fuente de la juventud. En vez de ponerse pijama y pantuflas como cualquier otro a su edad, él se ha vestido con traje de gala para jugar su sexagésimo partido de la temporada, dejando a todos preguntándose si simplemente cayó de una película de ciencia ficción directo al campo del Bank of America en Charlotte.

Mientras sus compañeros lidian con más lesiones que un cuchillo de mantequilla en una pelea de cuchillos, Modric sigue intacto, fresco como una lechuga. Es como si cada vez que pisa el césped, el tiempo decidiera echarse una siestecita. De pronto, ahí está Toni Kroos, con ojitos llorosos, despidiendo a su amigo como si fuera Frodo marchándose a Valinor. Y Xabi Alonso, su nuevo jefe, no puede resistirse a su tónica mágica para dar un toque refrescante en esos momentos ardientes de partidos asfixiantes, como si la pelota y Modric fueran el Batman y Robin indestructibles del Real Madrid.

Todos sabemos que una leyenda tiene que despedirse en algún momento, pero mientras Luka pinta con pinceladas de genialidad en cada rincón del campo, el mundo se detiene un poquitín solo para verlo. Como el abuelo en un cuento de hadas, está impartiendo su sabiduría futbolera a los chicos como Bellingham y Valverde, quienes, entre susurros, dicen que al final de temporada viajará a Milán. Todos cruzamos los dedos para que, cuando termine su epopeya en la cancha, no decida desvelar que simplemente es un cyborg creado por un inventor loco con camiseta blanca y su día de explotar aún no ha llegado.