El técnico portugués, entre el drama y el espectáculo…
Había una vez un entrenador llamado José Mourinho, que decidió convertir una sala de prensa en un teatro de telenovela épica. Si George R.R. Martin escribiera sobre fútbol, sin duda incluiría a este mago de la polémica que, en su paso por el Real Madrid, dejó más salseo que verano en Gandía Shore. Una noche mágica en el Pizjuán, tras caer derrotado por un Sevilla desbocado, Mou se paró frente a los medios y lanzó la frase que haría temblar los cimientos del estadio: «¡En este momento no tengo equipo!», clamó, provocando que incluso el agua de las botellas en la mesa se agitaran cual Jurassic Park.
El Sevilla, liderado por Míchel, se lanzó al campo como si estuvieran jugando al Mario Kart y todos llevaran setas turbo. Piotr Trochowski abrió la lata, o más bien rompió el tarro de esencias, con un gol tan madrugador que aún llevaba el pijama puesto. Mientras tanto, los galácticos del Real Madrid parecían actuar en un documental de National Geographic sobre perezosos blancos, con el mismísimo Cristiano Ronaldo recibiendo masajes del aire andaluz.
Al terminar el partido, la rueda de prensa se transformó en ‘La Voz’, con Mourinho como único juez poniendo botón rojo a sus estrellas. «¡Quería cambiar a seis, a siete!», exclamaba con la pasión de un gamer tomando decisiones cruciales en pleno Fortnite. Viendo la grieta abrirse, el vestuario comenzó a parecerse a una tarta mal cortada, con tensiones tan melodramáticas como una serie de ‘reality’ turco. Así, el cuento de Mou en Madrid terminó más torcido que el bigote de un actor de cine mudo.