De reprimendas a reuniones: el cambio merengue
En un giro digno de película de superación, el Real Madrid ha pasado de tener una temporada que parecía destinada al museo de las desilusiones a convertirse en una sinfonía de pases y goles (al menos por ahora). Todo gracias a una charla de Ancelotti en pleno derbi que, al parecer, resucitó el espíritu guerrero de los jugadores… mientras sacaban el café de la máquina expendedora. Quien lo diría, ¿no?
Imagina, queridos fanáticos, que en lugar de discursos motivacionales en el descanso, Ancelotti había considerado traer a alguien con una trompeta para levantar el ánimo. Pero optó por las palabras y esa pizca de magia italiana que pone en todo lo que hace. «Si en cinco minutos, no hacéis lo que se dice, llegarán los cambios». Y con eso, Modric, Camavinga y Brahim estaban listos como si fueran a correr una maratón, demostrando que no solo Instagram necesita su pose perfecta, sino también el campo de fútbol.
Rodrygo tampoco se quedó corto al admitirlo delante de las cámaras. Dijo algo que resonó en el corazón madridista: “Si todo el equipo corre, todo es mucho más fácil». ¡Vaya que sí! Quién iba a imaginar que correr ayudaría a ganar en el fútbol, ¿verdad? Y Dani Ceballos, al estilo de filósofo moderno, reafirmó la tesis con la misma frase, como si encontraran la fórmula de la Coca-Cola en una conversación de vestuario.
La intensidad verbal del técnico abrió los ojos a más de uno. Ahora, no solo están sujetos a lo que piensen las redes sociales sobre ellos. Los jugadores han continuado este intercambio de ideas, especialmente en Mánchester, manifestando un misticismo digno de conferencias zen. Después de todo, Ancelotti ha martillado constantemente el mantra de la solidaridad y el trabajo en equipo, cual instructor de yoga abogando por la paz interior.
Los capitanes también aportaron lo suyo en Etihad, mostrando un entendimiento y complicidad que parecía más un taller de «autoayuda madridista» que un partido de Champions. Modric, Valverde y Ceballos se convirtieron en los gurús de la estrategia, guiando a sus compañeros por el camino del buen fútbol y alejándolos de lo que no se debe hacer, como mirar el móvil mientras el balón ruede.
Lo increíble es que este nivel de comprensión y fraternidad en el equipo hizo que Ancelotti tuviera que replantearse su visión sobre mantener a los cuatro fantásticos de arriba, esa fórmula medio loca pero tan efectiva que algunos pensaban exclusiva de los cómics. Y ahí vamos ahora, con Ancelotti creyendo más que nunca en su equipo, y los jugadores en el técnico. Que sigan las fiestas de goles y las charlas de película en Chamartín.