Árbitros: maestros del diccionario sorpresa…
¡Bienvenidos a la maravillosa liga de lo incomprensible! Este año, la gloriosa palabra ‘residual’ ha conquistado LaLiga, haciendo que entender el fútbol moderno sea tan complicado como ganar una partida de ajedrez con un caballito de juguete. Los árbitros se han convertido en auténticos poetas de lo insólito, como si redactaran el diccionario cada domingo mientras toman un café con sus coleguitas.
Vamos al lío: aquí hacer un penalti es tan probable como ver un elefante volando, depende del humor del árbitro y si desayunó churros. Por ejemplo, si ese portero despeja en modo ‘karate kid’ y golpea a Messi, bingo, ¡penalti! Pero si es del Celta, se convierte en un simple aroma residual, casi como un perfume que no llegó a España. Y si Camavinga roza al rival, que ni Wikileaks hubiese encontrado contacto, por supuesto, ¡se pita la falta del siglo! Lo que nos queda claro es que sin un diccionario bajo el brazo, uno no sobrevive este caos.
Al final, nuestros queridos aficionados están encontrando más lógica en el horóscopo diario que en lo que ocurre en el bendito campo. Hasta Ancelotti se ha convertido en un experto lexicógrafo. ¡Cuánto echamos de menos aquellos días donde solo se discutía si el balón entraba o no! Ahora, el verdadero gol estaría en lograr que el arbitraje fuera tan invisible como el viento que mueve las banderas del estadio. Porque llamemos a las cosas por su nombre: queremos que el arbitraje sea tan residual como mis habilidades de canto en la ducha. ¡Ahí lo llevas, LaLiga!