El futbolista que dejó atónito a Dalí…

Era un día cualquiera de diciembre de 1916 cuando una alineación de la cantera del Barça incluyó a un jovenzuelo. Ese chaval, Emilio Sagi Barba, debutó a la tierna edad de 16 años, sorprendiendo a todos tanto como un perro intentando jugar al parchís. Hasta el técnico John Richard Greenwell quedó con la boca abierta. Era un prodigio, y casi podríamos decir que fue el Lamine Yamal del siglo pasado.

Mientras tanto, nuestro querido Sagi estaba dejándose ver en las playas junto a su mejor amigo, quien no era otro que Salvador Dalí. ¡Sí, amigos, el mismísimo Salvador antes de que pintara relojes derretidos! Junto a otro compañero, Pepe Samitier, formaron el trío más famoso desde los Tres Mosqueteros. Con el Barça, Emilio se convirtió en un extremo tan ágil que incluso un canguro lo consideraría un rival digno en un salto largo.

Pero Sagi no solo fue un prodigio del balón, sino también un pionero del marketing. Se casó, dejó el fútbol y revolucionó la publicidad llenando las paredes de Las Corts como si fueran rollos de sushi. Al volver a sus raíces futbolísticas, jugó hasta 1932, dejando tras de sí una estela de goles, anécdotas y amistosos que hasta hoy se siguen recitando de corrido como un trabalenguas de los más complicados.