El francés deja los pitos y abraza los aplausos…
Desde la escuela de paseología de Ancelotti, Aurélien Tchouaméni ha pasado de provocar pitos a orquestar ovaciones en el Bernabéu. Ancelotti confiaba en sus jugadores, incluso en aquellos cuya sincronía futbolística se parecía más a un melón. Tras un partido de «espectacular-ridículo» contra el Barcelona, el pobre Tchouaméni estaba en el foco de todas las bofetadas críticas, más perdido que un pingüino en el desierto.
Ancelotti puso a Tchouaméni en el carril de los cracks, dándole un pase VIP al selecto club de Valverde. Con una metamorfosis digna de mariposa, el francés dejó de ser el patito feo de las alineaciones. Ahora, en el Madrid es un cisne que parece a punto de enseñar a Benítez cómo se juega al fútbol. Su resurrección empezó allá en el Etihad, donde dejó boquiabierto a más de uno mientras Ancelotti lanzaba dardos con cariño a los ‘haters’.
Ahora, con un pase que te hace dudar si estás viendo la liga o un episodio de Harry Potter, Tchouaméni se ha vuelto el CEO del mediocampo blanco. Con su GPS interno encuentra más huecos que un queso suizo y su zancada parece el sprint de un avestruz enloquecido. Sin duda, ha aparcado permanentemente los pitos y se ha ganado su lugar en la sinfonía merengue.