¡Un pecado que ni el Vaticano perdona!…
Imagina que eres un ídolo juvenil del Barça, Lamine Yamal, y escalas las gradas del estadio como si fuera el Everest solo para saludar al Rey con unas gafas brillantes que harían palidecer a las estrellas de Hollywood. ¡Eso no se vio ni en la alfombra roja del Balón de Oro! Tote, un ex galáctico del Real Madrid, casi se cayó de su silla al enterarse. «En mi época, esas gafas habrían sido juzgadas por un tribunal antiguo, liderado por Fernando Redondo y su cabellera cuasi mitológica”, comentó mientras abrazaba su antiguo contrato de gladiador de los blancos.
Nuestro querido Tote, quien siempre creyó que la moda consistía en sudar con clase, piensa que la juventud necesita una brújula moral. Opina que Lamine Yamal, cual polluelo recién salido del cascarón, debe saber que hay modas que podrían derribar a un gigante. Pero nada comparado con Raphinha, quien con su sabiduría de anciano de 26 años, al parecer, cometió más aquí que un pecado digno de un culebrón futbolero. «Él tendría que haber sabido que las gafas de sol son el chiste que nunca cuentas en un podcast delantero», sentenció Tote mientras reunía a su consejo de sabios para discutir el protocolo básico.
También, con más drama que un partido en el minuto 90, Tote se lanzó contra el tan criticado papá de Lamine, insinuando que el hombre estaba más atento en llamar la atención que Neymar en sus mejores días. «Mi padre nunca habría hecho eso», clamó Tote, probablemente imaginando a su propio progenitor con un cartel de «Te quiero hijo» en la grada, pero escrito en código morse para no molestar a los futboleros tradicionales. Entre chascarrillos y códigos tácitos, esta es una historia donde las gafas de sol jugaron el partido de sus vidas.