Un pase entre lágrimas y amistades eternas…
La historia arranca en una noche de fútbol intenso, como cuando en una partida de cartas te toca un trébol que nunca esperabas. Trent Alexander-Arnold se enfrentó al Borussia Dortmund en algo parecido a un duelo épico entre dragones sobre césped. Mientras todos hablaban del 3-2 del Real Madrid, con más emoción que en una telenovela de horario estelar, él tenía el corazón en otra parte. ¡Cuidado! Sin querer, el inglés de la eterna sonrisa dejó de ser el Terrible Trent para convertirse en el Lloroso Lennie. Cuentan que lo vieron soltar una lágrima tras el partido, y no era por el viento en los ojos, sino por su colega Diogo Jota, quien fue más tenaz que un balón de playa en invierno.
Trent se despertó en medio de un torbellino de mensajes de condolencias. Aquello era más caótico que una final con penales infinitos. Con una expresión entre dolorida y de «no me lo puedo creer», prestó atención a las redes sociales, donde encontró todo confirmado. Dicen que las lágrimas de cocodrilo se quedan cortas. Aun así, como profesional valiente que es, se lanzó al campo de batalla por más de una hora. Hizo una asistencia digna de pasar a la historia del Museo del Pase Perfecto.
A pesar de estar viviendo su propio drama Shakespeareano, Trent elogió el apoyo del mundo del fútbol, tan unido como los pies y el balón o los calcetines del revés. «¡El guion de Hollywood está haciendo fila para firmar este culebrón!», exclamó casi entre risas. Con el corazón en la mano y el alma en el banquillo, aseguró que la victoria fue un pequeño consuelo en medio de un océano de pérdida. Y mientras la ovación del público se desvanecía, Trent miró hacia el cielo recordando a su querido amigo, dejando claro que esto no es un adiós sino un «hasta siempre».