Amigos de Copas y Rivales de Canchas…
Si alguna vez hubo una pareja más improbable que George Best y Mike Summerbee, tendrá que ser sacada de una comedia de enredos. Imaginen a estos dos tíos, uno del Manchester City y otro del Manchester United, aleándose como Batman y Robin, pero con más goles y menos capas. La amistad que forjaron fue contundente, al punto que cualquiera que los viera juntos podría pensar que el fútbol era solo un pretexto para sus noches locas en Mánchester, una ciudad tan eléctrica como un concierto de The Beatles.
Best, el mago de Belfast con la cabellera más envidiada de los 70, y Summerbee, el dandy de Preston con la nariz famosa por recorrer más distancias que una gira de rock, eran el dúo dinámico del caos y la diversión. Mike, todo un personaje del City, recordaba las charlas serias en el campo que sonaban más a un pacto de no-agresión: “George, ni se te ocurra dejarme en ridículo en mi casa, que luego no hay copas para nadie”. Y Best, el visionario, solo respondía con un “Tranquilo, que esta noche lo celebramos”.
Aunque Best ganara solo 2 de los 13 contestos en el césped, eso solo les daba más temas de conversación y anécdotas para quienes tuvieran la suerte (o no) de topárselos en algún pub de la ciudad. Mánchester, con su aura musical vibrante, veía a estos dos no solo como enemigos en el campo, sino como leyendas de la amistad fuera de él.
Pero hay que decirlo, Mike no solo era un crack en el césped; fuera de él, su humor tan británico como su afición por el té fue lo que lo llevó más allá del fútbol. Como cuando el público de Old Trafford se obsesionó con su prominente nariz, y en un acto de cometer la travesura del siglo, decidió limpiársela con el banderín de córner en medio de abucheos que fueron rápidamente reemplazados por risas.
No conformándose solo con la pelota, Summerbee decidió brillar en la pantalla grande, quizás con ánimo de robarle protagonismo a sus propios compañeros, como Pelé y Bobby Moore, en clásicos del cine futbolero. Todo esto mientras en el campo se mantenía firme con 18 puntos en la cabeza, cortesía de un fanático amante de la “proximidad cercana”.
Su vida, moldeada por una infancia repleta de giros inesperados, le fue preparando para el éxito en el City, donde hizo historia junto a su equipo en la década dorada del club. ¡Vaya trotamundos que estaba hecho el tal Summerbee! Con el corazón en el Swindon Town y los pies volando sobre el césped, su primera temporada en el City vino acompañada de…, bueno, un accidente automovilístico.
Por muy caótica que fuera su carrera, sus aventuras con Best se mantienen como el epítome de un bromance futbolero que trasciende generaciones. Mientras uno lanzaba caños y otro acumulaba títulos, su amistad se sellaba cada noche con una pinta en la mano. Porque, al final del día, lo único más importante que el fútbol era, sin duda, ¡la próxima salida nocturna!