La epopeya del ‘Guaje’ y la leyenda de Arizmendi…

Ah, el Santiago Bernabéu, esa fortaleza blanca donde hasta las sombras madridistas parecen susurrar «Hala Madrid». El estadio donde cualquier valencianista se siente como si intentara hacer un castillo de arena en un huracán. Y aún así, en 2008, el Valencia lo hizo, venció allí, y marcó su nombre en una pesadilla de primavera para la casa blanca. Imagínense la escena: Koeman, el capitán de un barco en aguas turbulentas, llevó a sus jugadores para enfrentarse al feroz dragón que escupía goles al ritmo de Schuster.

Nuestro Guaje Villa, con más swag que un influencer en la Semana de la Moda, fue quien primero dijo «aquí mando yo» y marcó un gol que hizo que hasta las estatuas de Cibeles y Neptuno se miraran de reojo. Pero como en todo buen culebrón, Raúl respondió rápidamente, recordando a todos que el escenario era su hábitat natural. Y así, el choque se transformó en una de esas películas de acción donde cada disparo de balón parecía estar orquestado por un coreógrafo secreto. Raúl anotó de nuevo, pero la magia no se había agotado.

¡Penalti para el Valencia! Un giro del guion digno de Spielberg. Villa, como un cirujano del balompié, no falló y lo empató. El suspense estaba en su punto máximo hasta que llegó Arizmendi, protagonista inesperado cual aparición de un superhéroe en el minuto 89, con un gol que silenció al Bernabéu más rápido que un gol de último minuto en un videojuego. Para los valencianistas, esa tarde fue como encontrar un billete de 500 euros bajo la cama. Y quién podría olvidar que ese subidón les llevó nada menos que a ganar la Copa del Rey. Aunque el Madrid se llevó la Liga, aquella victoria en Chamartín seguirá siendo un cuento de hadas… o de ‘ches’.