¿Renovar o vender al crack del lío?…

Si los debates sobre Vinicius se pudieran vender, estarían más cotizados que los boquerones fritos en la feria de abril. Nuestro querido Vini es como el gato de Schrödinger del fútbol: puede ser renovado y vendido al mismo tiempo, según quien lo mire. Este chico no solo corre como si su desayuno fuera a base de relámpagos, sino que también convence a los defensas de que el yoga es una mejor profesión. Si el talento fuera una moneda, Vini sería un billete de un millón. ¡Cómo no renovarlo!

Pero claro, en el mundo del fútbol cada ángel tiene su lado pícaro. Vinicius parece haber tomado lecciones de Góngora, porque el drama y el arte van siempre con él. ¿Sus regates te hacen aplaudir de pie o son solo una coreografía alternativa al teatro? En los vestuarios, toman decisiones como si estuvieran jugando al parchís: «¡me lo quedo, me lo llevo!». La afición, mientras tanto, se sienta con palomitas esperando el siguiente capítulo de esta telenovela futbolera.

Con piernas más fuertes que el café de lunes por la mañana, y rapidez rivalizando con el WiFi, Vinicius es un show en sí mismo, digno de un museo del arte moderno. No cabe duda de que su andar en el campo deja a las defensas con más dudas que un examen sorpresa de historia. Así que, frente al dilema, quizás lo mejor sea hacerle quedarse y disfrutar del espectáculo… o venderlo por una cantidad que haría llorar de alegría hasta al mismísimo Banquero de Monopolio.