¡La pelota sigue volando, y volando, y volando!…
Érase una vez en una galaxia no muy lejana, un pase intergaláctico de Valverde aterrizó planetariamente en las botas de Vinicius. Y con más parpadeo que luz de feria, Vinicius alzó la mano para lanzar otro penalti épico, pero más que épico fue cómico: el balón fue tan alto que ahora es vecino de uno de Elon Musk. Ancelotti insistió, cual padre testarudo, en que sigue siendo «el primero», mientras el coro celestial en el estadio se preguntaba si se ha confundido de deporte.
Por ahí rondaba Mbappé, que más que delantero parece detective en búsqueda de su próximo penalti. Pero al final fue nuestro héroe brasileño quien asumió el riesgo, como si de subir una montaña prohibida se tratara. Esta vez quiso cambiar de técnica, pero Mamardashvili, cual Drácula bajo la luz del día, paró el sol que se transformó en balón. En locos días de calcio, Vinicius tiene más racha de fallos que de aciertos y, al final, su tasa de conversión parece un acertijo de esos que ni Sherlock Holmes resuelve fácil.
Eso sí, los penaltis fallados últimamente por el Madrid son más abundantes que las tapas en una noche madrileña. De quince, han dejado de entrar cinco, más compartidos que un viral en TikTok. Ancelotti deberá decidir si sigue apostando por este peculiar refuerzo brasileño, o deja que el francés que corre como un perseguidor de queso marque la diferencia. Al final, lo que queda claro es que el Real Madrid y sus penaltis están escribiendo una ópera bufa digna de los mejores escenarios cómicos… ¡y qué divertido es verlo de lejos!